Por Carolina Aguirre
Guionista en la Escuela Nacional de Experimentación y realización cinematográfica (ENERC) en el año 2000. Es autora de los blogs Bestiaria (que se editó como libro bajo el sello Aguilar en 2008) y Ciega a citas que además de transformarse en un libro se transformó en la primera serie de televisión adaptada de un blog en español. Colaboró con diversos diarios y revistas como Joy, Crítica de la Argentina, In, Metrópolis, Gataflora, Ohlalá y La mujer de mi vida . Actualmente es columnista del programa Mañana es tarde, en Radio del Plata AM 1030 y en su blog Wasabi , en Planeta Joy . Se encuentra trabajando en su próximo libro, que saldrá directamente en papel a fines del 2010.
Desde hace años que escucho que el cine va a matar el teatro, la televisión a la radio, Internet a los diarios, y ellos, todos juntos, a los libros. Pobres libros, condenados a perecer a manos de la espectacularidad del cine y el poder hipnótico de la caja boba. Sin embargo, si analizamos un poco la dinámica entre el cine (el supuesto asesino) y la literatura (su víctima), al menos a primera vista pareciera que es al revés. El libro les está dando tremenda paliza a todos.
De todas las adaptaciones que se han hecho a partir de un libro original para cine, por ejemplo, lo único que se escucha es que "el libro es mucho mejor". La película es buena, sí, pero el libro es mejor. La serie es horrible: arruinaron el libro. ¿Leíste el libro? Puf, es otra cosa, nada que ver con esa obra. Contra los pronósticos apocalípticos de periodistas y empresarios, salvo alguna excepción, la gente se proclama de forma unánime: el cine rara vez supera a la obra que le dio vida.
Prueba de ello es que hasta el Código Da Vinci -quizás el peor libro de la historia- es mejor que la película. Era casi imposible que la obra de Dan Brown fuera mejor que algo, y sin embargo, que exista ese film malogrado y torpe es la prueba de la supremacía del deforme manuscrito del autor.
Yo quisiera saber, entonces, en dónde están estas famosas películas que van a matar a los libros ¿Cuándo vienen con el puñal en la mano? Porque el El pasado de Héctor Babenco vino, se fue, y no le dejó ni una cicatriz a El pasado de Alan Pauls. Está ahí intacto, soberbio, superior en el anaquel de todas las librerías mientras que de la película ya nadie se acuerda.
Incluso las buenas adaptaciones como El vengador del futuro, Blade Runner, El señor de los anillos, o Cuenta conmigo no han logrado, no han querido, ni han podido hacer olvidable la obra de Philip K.Dick o de Stephen King, que siguen cosechando fanáticos y lectores alrededor del mundo.
¿Entonces? ¿Quién va a matar al libro? ¿Dónde están esas adaptaciones que, como amantes inolvidables, van a robarle el marido a la esposa anterior? ¿Será que el libro tiene una cualidad única, una originalidad intransferible imposible de replicar? ¿Que un cineasta, un dramaturgo, un autor de TV no tienen la misma sensibilidad que un escritor? Yo no creo.
Puedo nombrar así, apurada, al menos diez películas iguales de buenas que los libros. ¡O mejores! Tiburón , por ejemplo. El talentoso Mr. Ripley. Secreto en la montaña. La naranja mecánica. El Padrino. Apocalypse now. Sueños de libertad. Los puentes de Madison County. Lo que el viento se llevó. Rebecca, o cualquier adaptación de Hitchcock, que adoraba versionar libros malos.
Que el libro es mejor, más que una defensa o una prueba, es un caballito de batalla, una fórmula agotada para mostrar que quien la dice, además de la película ha leído la obra original. Y aunque muchas veces es cierta, también suele ser un atajo hacia la cultura express, un disfraz de intelectualoide para reuniones de amigos. ¡Prefiere el libro antes que la tele! ¡Qué culto, qué sensible, qué sofisticado es este muchacho!
Pero tenemos que ser sinceros. Al menos una vez. Al libro no lo está matando el cine. Ni Internet. Ni el teatro. Ni la televisión. Ni los e-books. Ni siquiera la piratería. Al libro lo está matando la gente que proclama que el libro es mejor cuando nunca leyó el libro. Los que se amparan en esa perogrullada, en ese paraguas enorme cobija-charlatanes, en esa frase hecha incuestionable que en el fondo, no dice nada. Así que ya basta con la muerte del libro, que al libro el mundo audiovisual no le ha hecho nada. Son ellos, los que acuñan esa frase idiota, los que están haciendo el trabajo sucio. Ahora mismo, sin ir más lejos, quizás haya uno aquí, agazapado y listo para reenviarle esta columna a un amigo cuando ni siquiera la terminó de leer.
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