viernes, 25 de noviembre de 2011

Estructuras sociales y Educación Terciaria

image En textos que aparecieron durante el año en Coloquio y en el blog del terciario analizamos una cuestión que nos parece central para diseñar políticas educativas desde la propia institución. El análisis que en los años sesenta proponía Pierre Bourdieu sobre las estructuras sociales y las estructuras educativas. Resumamos el planteo: las escuelas pueden responder a la demanda de las clases sociales reproduciendo su imaginario cultural (su “universo simbólico”, dice Bourdieu)(*) o transformándolo. Si una clase social de las llamadas “de clase baja o media baja” por su situación socio- económico-cultural accede a la escuela para ascender en la escala social incorporando el universo que la escuela propone, hablamos de transformación de estructuras. Si la escuela repite el “universo simbólico” que las clases sociales tienen, hablamos de reproducción.

En la evolución histórica de nuestro Instituto, advertimos que en sus niveles primario y secundario se produce el proceso de reproducción de universos simbólicos porque los alumnos desarrollan su aprendizaje en el mismo imaginario social del que provienen ellos y sus familias. Eso ocurría en el Terciario, también, hasta la generación anterior. Pero los años setenta, la hiperinflación y la desocupación de los noventa, con punto culminante en la severa crisis del 2001, vapulearon a las clases medias que accedían a nuestras carreras y, desde hace años, los sectores sociales que acceden a nuestra oferta educativa es distinta, viene de lugares distintos y, sobre todo, con un universo cultural y educativo distinto, con modos y articulaciones de prácticas culturales, lingüísticas y de rituales sociales que no son las que la escuela ofrece. Apreciar, entender y reconocer ese origen es crucial para diseñar luego nuevas estrategias, renovadas tácticas y gestos que reemplacen a los modos en que entendíamos la cuestión hace veinte o treinta años.

Alumnos que no muestran los conocimientos ni las competencias ni las referencias educativas y culturales que esperamos “de arranque”, que tienen (nunca hablamos de todos sino de grupos crecientes de alumnos) que muestran al menos cuatro características advertidas por tutoras, profesores de primeros años, equipo directivo y encuestas: a) problemas en lecto-escritura y hábitos para estudiar, b) tiempos de cursado y administración de horarios para estudiar, c) referencias culturales, artísticas y científicas debilitadas con respecto a “lo que se espera”, d) distancia con los docentes, que, a veces, pasa del respeto a la inhibición. En estos aspectos puede advertirse el choque entre “universos simbólicos”, entre “estructuras socioculturales” . Más allá de este panorama de partida, algo debe estar haciendo bien la escuela para que esos mismos alumnos muestren, en el correr de los años de cursado, una evolución y maduración notables en muchos de los casos. Ese “éxito” deberá anotarse entonces a las estrategias adecuadas, a la comprensión de la situación de arranque apuntada y al seguimiento docente. Cuando advertimos “fracasos” quizás tengamos que reconocer fallas o desacoples en las estrategias, más allá de cada caso individual y particular.

Como decía Einstein, “no podemos pretender nuevas respuestas si repetimos las mismas preguntas”, cambiar estrategias, multiplicar aproximaciones, entonces, deberá ser nuestro compromiso, sin bajar el nivel académico.

Los alumnos reales de hoy son los que, en general, viajan, trabajan, tienen dificultades económicas o de otra índole. No son los de la generación anterior, en los que el trabajo o las dificultades económicas y familiares no ocupaban tantos espacios.

Otro perfil de la misma cuestión es que el “universo simbólico” que la escuela ofrece tiene una arista social (la convivencia dentro de la escuela y las relaciones sociales que genera incluso en redes sociales) y que, a veces, puede ser el único costado que algunos adquieren y que los mantiene en cursado mientras el costado académico muestra serias dificultades de rendimiento y regularidad. Ese es otro desafío: transformar el vínculo social en desarrollo del trayecto académico que se asume como “estudiante de nivel superior” y no sólo como “estudiante que concurre al nivel superior”.

Repensar esta cuestión sin resignar ninguna de las banderas que tienen que ver con nuestras metas educativas, pero comprendiendo, ya como un deber de responsabilidad docente, que es necesaria una lectura correcta y comprensiva de la nueva realidad que nos toca, de las distintas estructuras sociales que pueblan nuestro espacio institucional y que solicitan y desean que seamos capaces de transformarlas en “estructuras docentes” capaces de enseñar a los que vendrán.

No bajar, pero saber esperar. No resignar, pero multiplicar estrategias. No aflojar, pero acompañar desde otros abordajes. Afirmar menos y ensayar más. Apostar al éxito, que siempre es conjunto, colectivo, plural.

Comprender y esperar bien pueden ser los verbos de la estrategia nueva.

Atender a esta cuestión articulando el CUI con 1er año, especialmente, para tender puentes entre esos universos distantes, cuando los advertimos.

Ofrecer el “universo simbólico” de la escuela al que traen nuestros alumnos ingresantes es el desafío: no porque sea mejor o único, sino como diálogo con el otro, para “escuchar el rostro del otro”, como decía Levinas. Una trama, entonces, de universos en transformación.

Sergio Colautti - Director

(*) Bourdieu sostiene que existe una relación entre el origen social y el éxito en el sistema escolar, que se traduce en la posibilidad de conseguir un título que, a su vez, permita acceder a un trabajo mejor. Aunque matiza que no es una cuestión únicamente del nivel de riqueza económica, sino del “capital cultural”, un concepto del propio autor que se refiere al conjunto de saberes o cualificaciones que adquirimos en la familia o en el sistema escolar, que conforman un habitus (esquemas, formas de pensar y sentir), y que pueden tener un reflejo material en el acceso a productos culturales (como libros, obras de arte, etc) o en las titulaciones académicas. Bourdieu lo ejemplifica refiriéndose a las técnicas de trabajo. Muchos alumnos/as destacados/as están acostumbrados a recibir indicaciones adecuadas en la familia acerca de cómo organizar el tiempo y las tareas, expresándose en un registro de lenguaje cercano al lenguaje de la escuela, con acceso a productos culturales de diverso tipo que refuerzan esa capacidad para funcionar bien en el entorno escolar.

Bourdieu también sostiene que, paradójica y “dramáticamente”, no siempre la escuela proporciona esos recursos a la totalidad de su alumnado, lo que contribuye a que las diferencias sociales se mantengan, ya que los que provienen de entornos de bajo capital cultural, no encuentran en la escuela la compensación.

La idea del don

Bourdieu también hace una fuerte crítica a la idea de “don”, en el sentido de tener (o, sobre todo, carecer de) “dotes naturales” para lograr determinados objetivos.

Dado que buena parte (o quizá la totalidad) de esas dotes exigidas forma parte del capital cultural, Bourdieu denuncia expresiones como “no tienes dotes para esto”, como una manera de cerrar el paso al aprendizaje: “contra la naturaleza no se puede luchar”.

Pero si somos conscientes de su origen histórico y social podemos hacer algo. Esas habilidades, formas de pensar, esquemas, pueden aprenderse. De hecho, el pensamiento de Bourdieu, tal como lo expresa en la entrevista, sobre la escuela es positivo: “la escuela no es maligna”, “no hay una conspiración”. Muchas de estas ideas están inscritas en las estructuras y, con frecuencia, los agentes educativos no pueden hacer mucho si no se hacen conscientes del problema como tal. Entonces, la posibilidad de que la escuela deje de funcionar como una fábrica depende de que tratemos de cambiar las estructuras, el modelo educativo.

(Francisco Iglesias, Formadores; la crítica de Pierre Bourdieu)

1 comentarios:

silvana andrada dijo...

Comparto las palabras escritas y pronunciadas por el Director. Considero fundamental la formación docente en la actualidad pues el fracaso escolar que se advierte en el nivel medio , entre otras variables está intervenido por la formación de los docentes quienes egresan de los institutos con herramientas de trabajo escasas y con un escaso capital cultural para entrar al aula. Además la generaciones jóvenes necesitan deconstruir los planteos neoliberales en los que han crecido y se han educado;se advierten en ellos posturas conservadoras desde donde es improbable poder comprender las demandas en educación hoy. La formación docente debe ofrecer nuevos marcos explicativos y no lo estamos haciendo.